Si los eventos relacionados con el mundo de la moto cotizasen en bolsa, ahora mismo compraría títulos del Gran Premio de Motociclismo de La Bañeza.
Los guardaría a buen recaudo y esperaría plácidamente a que su valor se disparase a medio y/o largo plazo. Invertiría una buena cantidad de dinero pues detrás de La Bañeza hay solidez y proyección de futuro. Un pueblo e incluso una provincia entera volcada. Nada menos que más de 60 años de historia, un total de 59 carreras únicas e independientes prácticamente en el mundo –de ahí lo de ‘Gran Premio’-, muchísimas anécdotas y una afición inquebrantable a lo largo de tanto tiempo.
EL número de aficionados ha ido aumentando año a año hasta llegar a los 30.000 actuales, cantidad que en breve se duplicará. Pero si las cifras son importantes, el sentimiento es aún mayor. Es el amor a la moto clásica en sentido puro el que hace que este pueblo de León se haya convertido en un fenómeno mundial que algunos asemejan a nada menos que el Tourist Trophy de Isla de Man. Un ambiente único que pude respirar en primera persona para comprobar el amor a lo clásico, a lo artesano, a lo tradicional, a unas máquinas carentes de electrónica pero llenas de sensaciones. Bultaco, Montesa, Ossa, Ducati, míticas marcas, sin duda.
A unos pilotos únicos que se juegan la vida en un trazado ratonero donde el público, las paredes, los pasos de cebra y las tapas de alcantarilla están tan cerca que las posibilidades de accidente son infinitas. Y, cómo no, unos seguidores tan auténticos y exquisitos en sus gustos que aplauden a todos y cada uno de sus héroes.
Todavía el mercantilismo no ha llegado a La Bañeza, ojalá que cuando llegue –que llegará- sea para hacer crecer el espectáculo, no desvirtuar la pureza de su esencia y crear riqueza en un pueblo que se ha ganado el respeto de todo el mundo. ¡Mi apoyo incondicional!