Vuelve nuestro amigo Javi a enseñarnos otra preparación “vintage réplica”. Tras la preciosa OW01 con base YZF 750, y ahora nos trae dos leyendas de Yamaha: la RD 350 y Kenny Roberts.
De todas las réplicas que tengo, esta fue la primera y sin duda es la más especial de todas ellas. Este proyecto comenzó a principios de los 90, cuando encontré una vieja Yamaha RD 350 abandonada en un garaje y pese a ello, no en muy mal estado. La moto estaba completa y, aunque el motor estaba ya bastante gastado, el resto de la moto estaba bastante entero, aunque hizo falta perder todo un día en un lavadero para sacar la capa de grasa que tenía encima.
Los medios con los que contaba en esa época eran no justos ¡sino, lo siguiente! Desmonté la moto por completo en el garaje comunitario y la subí a una habitación de 6 metros cuadrados donde estuvo 3 años hasta que la acabé. Sin duda, la voluntad hace milagros, aunque reconozco que algún vecino protestó alguna vez cuando la radial hacía de las suyas.
El proceso es bastante más sencillo de decir que de hacer. Básicamente, desmonté la moto hasta el último tornillo y lo volví a montar todo una vez pintado, pulido, cromado… Desde el chasis, que se pintó con pintura en polvo, hasta el motor que se rehízo por completo con pistones Wiseco y cilindros a sobremedida, todas las juntas y retenes nuevos, hasta el mínimo tornillo de guardabarros se dejó como nuevo antes de volver a montarlo en su sitio.
Aproveché, como no, para montar unos cuantos componentes pata negra de la época, como las estriberas Tarozzi, los semimanillares, y también para mejorar algunos puntos flacos de la RD como la frenada, que se mejoró montando una bomba de Triumph Speed Triple y unos discos de freno de Yamaha R1. Mantuve las pinzas de serie para dar un acabado “Old Style” a toda la moto. Ya que iba a ser una réplica de una moto de finales de lo 70, no quería montar componentes demasiado modernos.
Rebuscando por internet, encontré un juego completo de carenados de una Yamaha TZ500 G, que compré inmediatamente. Poco más tarde localicé también un juego de llantas de magnesio de otra Yamaha TZ, esta vez en Australia, pero el precio me quitó las ganas y al final se quedaron las llantas de serie.
El carenado llevó muchas semanas de ajustes y pruebas. Monté una araña de competición y sobre ella adapté los soportes para el carenado y también para las luces, las más pequeñas y discretas que pude localizar. La idea es que quedasen casi invisibles para dar la imagen de moto de carreras.
En el depósito hice uno de los trabajos que suelen aparecer en todas mis motos, una segunda toma de gasolina ficticia, pero que podemos encontrar en la moto real. Me gusta hacer mis réplicas como si fuesen maquetas a escala 1:1 y siempre añado detalles como los reguladores de hidráulico en la horquilla de esta moto, que no tienen ninguna función más que simular los de la moto real, y que fueron hechos usando masilla epoxi y fotos de la moto real. Hay gente que prepara sus motos para lograr las mayores prestaciones, a mi me gusta hacerlo buscando lo menores detalles, aunque no hagan la moto más rápida.
Una de las mayores dificultades fue montar el carenado en la misma posición que en la TZ. Si lo montaba más atrás, tendría menos problemas de roce con la rueda, pero la estética se resentía y las proporciones no eran las adecuadas, así que costó mucho más tiempo de lo planeado, y fue necesario modificar varias piezas hasta dar con el punto de equilibrio.
Para la pintura conseguí que mi buen amigo Miquel Larumbe, de Custom Style, me prestase una buena cabina de pintura, así que el acabada iba a ser de lo mejorcito. Además, lo pude realizar sin prisas y eso se notó mucho en el resultado final. La pintura usada, de PPG fue algo distinta a la original, ya que incorporé un blanco perlado y un amarillo nacarado (de Lamborghini, por cierto) que le dan un toque mucho más elegante a la moto, sobre todo al sol.
El cuadro de mandos se hizo partiendo de una placa de aluminio y siguiendo el diseño original de la TZ. En lugar de los tres relojes redondos de la RD, sustituí el velocímetro por uno digital más pequeño. Hoy hay muchas más opciones en el mercado y tengo preparado un Koso para montarlo, aunque aún no he podido cablearlo.
Las piñas de conmutadores originales tampoco son 100% originales. La derecha ha desaparecido y en su lugar hay un conmutador clásico, y la izquierda, que en su momento también había eliminado, ha vuelto a su lugar para poder mantener los intermitentes, obligatorio si se quiere poder homologar. Eso sí, en lugar del color negro original, está pulida a espejo. Cosas que se pueden hacer si las piezas son de aluminio, como es el caso, y que sería imposible en las motos actuales donde todos estos componentes son de plástico del malo. Con la bomba de freno hice lo mismo, la decapé por completo y la pulí para dar un aspecto más cuidado. Creo que son ese tipo de detalles lo que marca la diferencia entre una moto bien hecha y otra no tanto. Cosas como la placa grabada que he montado en la tija, las estriberas con toda la tornillería cromada, las manetas de freno pulidas, o la horquilla, limada para eliminar todas las rebabas de la fundición original… Son pequeños detalles que una vez unidos, hacen que el todo sea algo especial.
Lo mismo pasa con el motor. Desmontar un motor y volverlo a montar puede ser algo relativamente rápido, pero en esta moto se decapó cada una de las piezas del motor para pulirlas antes de trabajar en ellas. No hice un pulido a espejo con los cilindros, sino que dejé el mismo acabado que llevaban las motos de carreras de Yamaha.
Ya os conté que la moto se hizo por completo en una habitación de mi piso de Barcelona. Pues, como es lógico, una vez casi acabada, había que volver a bajarla al garaje, para poder dar los últimos toques y arrancarla. Pues en mi piso no había ascensor, así que el numerito fue considerable. Desmonté todo lo posible y entre mi hermano y yo la bajamos por la escalera. La cara de un vecino con el que nos cruzamos fue de libro, no pareció entender muy bien como había llegado una moto a estar metida en un piso. Supongo que a los “no moteros” es difícil explicarles según qué cosas.
El estreno de la moto coincidió con el GP de Montmeló del 94. No me imagino mejor escenario que ese para poder rodar con esta moto, y recuerdo que las sensaciones fueron brutales. La moto era incómoda de narices, pero rodaba suave y la estética había quedado sencillamente brutal. Con los años he ido llevándola a numerosas concentraciones, y tengo varios trofeos de concursos donde quedó ganadora. Hoy en día solo rueda en circuito y contadas veces, debido a que la nueva normativa de ITV´s hace que el proceso de homologación sea cada vez más caro. Quien sabe, algún día la pondré otra vez en marcha.
Con el tiempo ha aparecido en numerosas revistas, lo que dio lugar a que haya sido “replicada” ya por varios moteros, alguno de ellos creando unas máquinas espectaculares con una calidad de componentes muy por encima de la original.
A día de hoy, la RD está expuesta en el Museo Industrial de las Ayalgas de Silviella, en Asturias, junto con la YZF 750 y la RG 250 que también tengo. El museo es una de las visitas obligadas si vas por Asturias y te gusta la mecánica o la maquinaría de época. Tiene una buena colección de tractores clásicos, herramientas y motos, todas ellas restauradas con muchísimo cariño.