En la banda de los cuatro mil euros, hay actualmente más de una docena de motos pintonas que pueden ofrecer lo mismo sobre el papel, pero que se diferencian sustancialmente. Las hay que están en el máximo de potencia permitida por la legislación (15 caballos) como las Vogue 125R, Hanway SC, Zontes Z2, o a un caballito y medio de distancia como la Peugeot PM, Wottan Rebbe, Brixton Crossfire o nuestra protagonista la Malaguti Drakon, con sus orgullosos 13,4 caballos. En la parte ciclo, como mucho alguna se tira al monte de una medida de rueda estilo bobber, siendo todas ellas básicamente de arquitectura tradicional con horquilla invertida no muy gruesa, amortiguador trasero directo al basculante, acero por un tubo y poca vestimenta plástica.

Y llama la atención que precisamente con unos mimbres tan parecidos, Malaguti consiga un resultado tan diferente. Estéticamente muy agraciada, con prestaciones dignas y un comportamiento seguro, la Drakon es una moto que consigue satisfacer en igual medida al conductor novato que al experimentado

En motos con entre 13 y 15 caballos, cada kilo cuenta. Y la Malaguti Drakon 125 se queda por debajo de los 150 kilos con todos los llenos. ¡Menos que cualquier escúter! El manejo además en parado es magnífico, a resultas de la ligereza y de una parte central estrecha justo a 80 centímetros del suelo: caben los altos y es una maravilla para chicas con respeto por la masa de una moto de verdad.

Pero es que, además, apetece subirse a ella porque desde la perspectiva del diseño, Malaguti está a mucha distancia del producto que viene de china del tirón. KSR es el grupo austríaco dueña de la marca, y si bien la producción se realiza en Asia para poder ofrecer un producto completo en esta gama de precios, el diseño es una preocupación seria: muy seria. Herederos declarados del diseño boloñés que Malaguti exhibía en sus épocas de gloria setentera y ochentera, la Malaguti Drakon 125 añade un estilo moderno con mucha personalidad.

La asimetría del faro, por ejemplo, transmite de frente la sensación de un producto complejo, más grande de lo que realmente es. Colaboran las falsas prolongaciones de los pilotos de posición, que tintados de rojo se unen visualmente con los remates colocados en los extremos superiores del depósito. Una agraciada imagen que se completa de frente con una horquilla invertida cuyo tono negro mate no hace sino incrementar la percepción de botellas gruesas (30 milímetros, nada mal) y neumático de 100 mm de sección sobre llanta de 17 pulgadas.

Claro que, si mola por delante, lo mejor está en la imagen lateral y tres cuartos trasera. Evolución del estilo Diavel que marcó escuela, modulado a la escandinava tipo Husqvarna, la carrocería deja completamente despejado el neumático trasero, el portaplacas y la iluminación led, otorgándole un aspecto de moto moderna y de alto valor. Y mención aparte, el elaborado carenado para el escape en la quilla, que queda simétrica y redondeando la carrocería en lugar de tener por ahí colgando una suerte de trompeta.

O sí, pero bien entendido. El chasis de tubo de acero sencillo, se desdobla en una cuna atornillada por encima del motor, cumpliendo con ligereza y firmeza con el peso a raya. El basculante, también de acero, tiene una estampación que lo haría pasar por aluminio. Un subchasis de perfil sencillo de acero, pasa desapercibido en aquellas zonas donde no es necesario echar el resto: inteligente.

Pero giremos la llave. Para ser un motor de cuatro tiempos que a duras penas pasa de las 10.000 vueltas, la verdad es que suena bien. El resonador bajo la quilla eleva un poco los bajos y aunque no pueda esconder su cuarto de litro, tampoco hace el ridículo al lado de motos más grandes. Primera, y embrague. ¡Qué embrague! Suave, progresivo y blandito en la maneta, se dosifica de maravilla incluso para novatos.

La Malaguti Drakon 125 gana velocidad sin pausa, hasta clavarse en los 114 de punta en sexta velocidad. Con un desarrollo tirando a largo, incluso a fondo se está por lo general lejos del corte. Y no es una mala táctica, porque lo normal en la competencia es que vayan un poco más cortas, y entonces corten y corten en cada marcha, haciéndolas más lentas y desagradables. Los frenos cumplen de sobra, con un ABS nada intrusivo, la suspensión delantera está muy por encima de las prestaciones y solo el amortiguador trasero algo rebotón (sin cortar gas empalmando curvas medias, por ejemplo), aconseja aflojar un poco. Lo mismo que las estriberas, que rozan mucho antes de poner en aprietos a los estupendos neumáticos Maxxis que monta de serie.

Las pegas de la moto se terminan ahí, y yendo a detalle se podría pedir una instrumentación con grafías más grandes para los datos de viaje y algo más de giro de manillar en parado para hacer menos maniobras.

Por 4.000 euros clavados, no se puede pedir más: buen diseño, materiales de calidad, proveedores conocidos, consumo de mechero (3l/100 km) y deportividad evidente sin comprometer el uso diario. Un juguete para el carné de coche o un capricho familiar porque de veras que se disfruta llevándola a ritmo de cuando los viejos del lugar, no tenían ni media cana.

LIKE: diseño llamativo. Ligereza. Consumos.

NO LIKE: aceleración. Desarrollo un poco largo. Giro de manillar escaso.