En la primera parte de la prueba de esta Yamaha XV950 Racer 60 Aniversario pudiste conocer todo sobre su origen y como es realmente. Ahora llega el momento que más os interesa a todos: contaros realmente qué se siente cuando ruedas sobre ella. ¡Vamos!
Montando
Os repito que es una de las motos más atractivas que podido probar nunca. Nada más salir del taller que siempre llevado el mantenimiento de las Yamaha de prensa en Madrid- Motos Cortes, buenos amigos- me pasó una de esas cosas que, por la masificación del mercado de la moto, cada vez que ocurre menos: que la gente te paraba permanentemente para hacerse una foto con ella o simplemente comentarte cuanto les gustaba. Francamente, no calibras su arrollador poder estético hasta que tienes la suerte de poder darte una vuelta sobre ella.
Nada más sentarte, la ergonomía te parece rara, rara. Pocos de los que leamos esto habremos montado nunca en una moto deportiva de los 70. Aparte de la anécdota que os he contado antes, yo tampoco puedo decir que haya montado sobre muchas, pero es que eran así: el culo bajo con las estriberas justo debajo tuyo -150 mm más atrás y 29 mm más arriba que en el modelo original- te obliga a llevar las piernas relativamente flexionadas, pero a su vez con el cuerpo inclinado hacia delante y con los manillares lejos. Prácticamente no podrías compararlo con nada, ni con una custom ni una deportiva, y aún menos con las naked sport modernas. Además, ten en cuenta que toda esta sensación de tren delantero “lejos pero bajo” se ve reforzado por las medidas de los neumáticos de 100/90-19 delante y 150/80-16 detrás. Tres pulgadas de más en la rueda delantera con semi manillares bajos.
Esta ergonomía te da la sensación de sobreviraje – o sea, “caerte” hacia dentro- en cualquier curva o esquina, y tienes que acostumbrarte a ello. Como siempre, con el tiempo te acostumbras y lo controlas, aunque aquí cuenta con una gran ventaja: un motor contundente pero suave, con respuesta pero dócil, y con unos consumos realmente bajos. Ya lo pude comprobar con la Bolt, pero la suavidad al arrancar en primera o al reducir marchas incluso con brusquedad, se agradece muy, muy especialmente con esta posición de conducción tan peculiar. La excelente inyección electrónica y el buen ajuste de todo el motor se nota en una media de consumo que prácticamente no pasó ningún momento de 6 l… Y ten en cuenta que su aerodinámica la lastra de forma especial en carretera y que además pesa de cuarto de tonelada.
El detalle del disco delantero tipo “wave” (de 298 mm, por cierto), irreverente pero cachondo en el estilo neoclásico general, refuerza la personalidad estética de esta Racer y logra un conjunto de frenos que cumple, aunque sin florituras. La posición de conducción tiende a que no uses mucho el pedal del freno trasero, y el delantero tanto la bomba convencional como los latiguillos de goma no tienen un tacto demoledor, pero repito que si suficiente para las prestaciones y el uso que debes buscar a esta Racer. De hecho, gracias a su estrechez y su capacidad “gira cabezas de bulevar” para muchos (los menos discretos, desde luego) se convertirá en una moto para uso semiurbano ideal. Serás el rey allí donde vayas, la correa es suave y no sufre en ciudad lo que un cardán o una cadena, y además es bastante manejable a pesar de su ángulo de giro no muy reducido. Otra cosa es la comodidad entre atascos, además de otros detalles que no resultan muy cómodos para el uso diario, como un tapón del depósito sin bisagra que no sabes dónde poner cuando vas a repostar o que, muy al estilo de la mayoría de las custom, la única cerradura convencional aquí sean dos separadas (contacto y bloqueo) y que estén situadas en un lateral.
En carretera su velocidad natural y cómoda no sobrepasaría los 130-140, pero por otro lado está el aire cuya presión no te incita precisamente a rodar muy alegre, presionando tu pecho y tu cabeza como puedes esperar de un modelo así. En zonas reviradas, sientes la dirección lejos y con poco peso sobre ella, por lo que las curvas son para disfrutarlas trazando tranquilamente al estilo clásico (es decir, muy abierto) y gozando del paisaje. Además, si te aplicas también las estriberas terminarán rozando la asfalto. En cuanto al pasajero, nadie sus cabales se compraría esta moto teniendo una rutera en mente (otra cosa es que, una vez la tengas, te líes a viajar con ella), pero quien monte detrás no irá demasiado cómodo. Estriberas elevadas y acolchamiento más bien escaso no hacen perfecta para el acompañante.
Los dos amortiguadores traseros que recuerdan a un buen par de Öhlins (marca que también pertenece a Yamaha, por cierto) o la horquilla delantera con fuelles también dan un toque de personalidad, ¡y además cumplen bastante bien!
Conclusión
Esta Yamaha XV950 Racer Yamaha 60 aniversario marca otra muesca en la lista de éxitos recientes de Yamaha, y demuestra otra vez lo bien que lo ha hecho la marca de los diapasones con sus últimas generaciones de neoclásicas sport.
El funcionamiento general de la XV950 Racer es impecable, con un motor totalmente efectivo con bajos consumos, buenas terminaciones y, muy especialmente cara al gran público, una belleza absolutamente admirable en una marca japonesa. La personalidad y los diseños embriagadores que se antojan eternos en motos de corte clásico ya no pertenecen sólo a las motos europeas o americanas, porque Yamaha ha demostrado como es capaz de desarrollar modelos y personalizar otros que ya tiene, con diseños que enamoran a cualquiera. Desde un motorista de toda la vida hasta la ama de casa que no tienen idea de este mundo, caerán rendidos a sus pies y se enamorará de motos como esta XV950 Racer Yamaha 60 Aniversario.