Las motos de cuarto de litro aptas para conducir con el carné de coche, pueblan nuestras calles, garajes y lugares de encuentro motard, por doquier. Un movimiento que no se veía desde hacía muchos años cuando reinaban los motores de dos tiempos, y del que hay que felicitarse porque cada año incrementa el número de disfrutones a lomos de dos ruedas. Y si en el primer impulso del segmento, la estética podía con cualquier mínimo condicionante de calidad, fiabilidad o dinamismo, en la actualidad el panorama es bien distinto: se aprecia atención al detalle, apenas se rompen (y si lo hacen, hay garantía, red y piezas), y encima van sobradas de parte ciclo en relación a su escasa potencia y dócil manejo.

Ejemplo perfecto de todo lo anterior, es la Brixton Crossfire 125; crossfire, a secas. Hacemos la puntualización porque hay una simpática versión XS, que imita el estilo Honda Monkey con gran salero. Pero esta, es otra cosa: poderosa porque se gasta neumáticos gorditos nada menos que de 120 mm delanteros en llanta de 18 y 140 trasero en llanta de 17 (!!). Musculada en su carrocería y voladizos, porque se planta sobre una horquilla invertida de 43 milímetros delante, con un asiento flotante al estilo que inauguró la familia Vitiplen de Husqvarna. Y ligera, porque su chasis de doble cuna de tubo de acero sencillo, no carga innecesariamente el conjunto y para la báscula en 149 kilos, toda ella apetece nada más verla parada.

Subirse encima con su condición de peso pluma, no plantea problemas por anchura… pero sí en altura. El sillín está a 81 milímetros del suelo, lo que sobre el papel es poco (una Honda Scoopy lo tiene a 79), pero la forma del asiento casi recto, obliga a abrir las piernas para mantenerse quieto con seguridad. El diámetro de giro por lo menos, no plantea problemas. Y salvo la visibilidad de los retrovisores, esclavos del diseño y colocados en los extremos de un manillar bastante ancho, todos los elementos están donde se les supondría sin tener que prestar atención. Mención aparte, el totalizador del cuentakilómetros parcial e indicador de consumo, que de tan minimalista, casi se pierde en el borde del bloque único de instrumentación digital.

Ponerla en marcha al lado de su prima la Malaguti Drakon 125 (mismo motor y mismo grupo industrial -KSR-, aunque con diseño y filosofía en las antípodas), cuya prueba puedes leer pinchando aquí, hace gracia porque suena de forma completamente diferente. Un poco más grave en la Brixton, y menos amortiguado cuando se abre gas, devuelve una melodía que apetece exprimir en cada cambio de marcha.

Pero no nos anticipemos, que aún estamos con la moto parada: pisamos para primera, soltamos embrague… y calada. Cuesta dosificar el embrague y eso que miramos y remiramos el tensado del cable, si bien uno termina por acostumbrarse.

En marcha, sus 13,7 caballos dan para superar los 104 km/h de marcador, que podrían ser unos pocos más añadiendo solo un diente más en el piñón de salida. Y no es una recomendación de fantasía, porque el motor es voluntarioso y aguanta bien la velocidad incluso en repechos moderados, yendo solo. En pareja, la punta se puede alcanzar también con facilidad, pero hay que prever las cuestas arriba e ir con inercia y decisión a la hora de reducir una relación porque de lo contrario, habrá que hacerse a un lado.

Ese uso radical en autovía radial, no es ni mucho menos el mejor escenario donde moverse con felicidad a lomos de esta Crossfire 125. El tráfico urbano es una delicia porque se cuela por cualquier rincón, pero también las zonas de curvas a ritmo suave, entre 70 y 80 kilómetros hora. Ahí, las ruedas generosas agarran con confianza el conjunto, la suspensión tirando a dura contribuye a dibujar bonitas parábolas incluso con irregularidades en el terreno, y los discos de freno cumplen su cometido. Tan sobrado va el conjunto de chasis, suspensión y neumáticos, que para hacer saltar el ABS nos hemos tenido que poner muy burros. Y está, está ahí dispuesto a salvarnos si el asfalto no termina de morder.

Disponible en dos tonos, plata Bullet Silver y una especie de cobre mate llamado Charly Brown Matt, la Brixton Crossfire está llena de detalles que la emparentan con su hermana mayor de 500 centímetros cúbicos. Las llantas con neumáticos tubeless. Las ópticas full LED transparentes y de diseño. Las tapas de lo cárteres bellamente marcadas con una “X” pulida, o el depósito con un relieve que recuerda al de los jerrycanes de acero donde se transporta el combustible en la guerra, hacen que los 3.999 euros que cuesta, merezcan la pena del primer al último tornillo. Tornillos que por cierto, gozan de tres añazos de garantía.

LIKE: diseño. Relación calidad precio. Manejabilidad y uso urbano.

NO LIKE: velocidad máxima. Anchura del asiento. Dosificación embrague en salidas.